lunes, 17 de junio de 2013

LA TRUCHA Y EL NIÑO

(otro relato extraído de mi diario, fecha: 11-8-2003).

Era un niño rubio, de unos 13 años, ojos marrones, algo tímido y que vivía en un pueblecito de la baja montaña, en la sierra a orillas de un río.

Mientras otros niños de su edad, al salir de clase jugaban en el patio a frontón o a pelota o al bote, él iba al río a pescar.

Tenía una caña vieja de mosca, algunas moscas despeluchadas, había aprendido a pescar viendo a otra gente en el río.

Conocía el río demasiado bien y a sus truchas, pues cada día se bajaba a sus orillas. Pescaba algunas truchas, la mayoría pequeñas que devolvía al río imitando a los otros pescadores.

Conocía a una trucha que no por su tamaño, ni por su librea, pero si por que la contemplaba cada día la tenía como suya. Esa trucha vivía pegada a una orilla, detrás de una gran rama caída en la última crecida. Día tras día y a la misma hora la trucha estaba allí, costaba de ver pero esperando un rato y dejando que la vista se acomodara a los reflejos del río se la podía ver comiendo a un palmo de la superficie y de cabeza a la corriente.

El niño cada día la contemplaba caña en mano. Estudiaba la técnica a seguir, la mosca que poner, el bajo que montar y el combate a seguir una vez clavada para que acabara en la sacadera. Nunca se atrevía a lanzar la mosca, como si todo lo reflexionado le sobrepasara demasiado y dejaba la contienda para el día siguiente sabiendo que la volvería a ver.

Hubo una vez que aún dejando pasar el rato y agudizando la vista no la vio ni la volvió a ver nunca más. Llegando a la conclusión de que quizás algún otro pescador se la robó.

Saludos y buena pesca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario